Un tributo a la magnificencia urbana y a la poesía visual que reside en los confines del concreto y el acero; una ciudad que nunca duerme, que siempre sueña.
Los edificios, delineados con precisión quirúrgica, se alzan orgullosos, reflejando cada destello de luz y sombra.
La paleta de colores, dominada por el contraste entre el negro profundo y el blanco puro, con toques sutiles de rosa, incita a contemplar la dualidad de la vida urbana: la soledad en la multitud, la tranquilidad en el caos.
Te invito a perderte en sus detalles, a encontrar tu reflejo en sus espejos de tinta y papel, y a redescubrir la belleza de las líneas que dibujamos en el horizonte.