Decir “NO LO SÉ” no es una debilidad, sino una fortaleza.
Cada que la “realidad” de las redes sociales me absorbe y sin darme cuenta paso más tiempo del previsto inmersa en ese mundo puedo notar a las grandes ausentes; tres palabras que juntas y en el orden correcto nos llenan de poder: NO LO SÉ.
En muchas oportunidades he podido ser testigo de cómo se prefiere recurrir a la especulación o incluso a la mentira en lugar de soltar un simple y llano: no tengo idea.
La tecnología y el acceso a la información veloz no hace que sea veraz, abundan los “expertos” que hablan con elocuencia y usan recursos retóricos rimbombantes que ayudan a engrandecer su imagen competente, creyendo que sus fallos, incongruencias y falta de pensamiento crítico están siendo perfectamente cubiertos porque de sus labios no han salido esas tres palabras que los ponen a temblar.
Por otro lado, he podido experimentar en carne propia la ligereza de hombros que regala el aceptar que desconozco de ciertos temas, es un placer que libera y abraza mis vulnerabilidades, incongruencias, desconocimientos y deficiencias; que al final, son las características (junto a muchas otras) que me hacen un ser humano.
La sabiduría se desvanece cuando proclamamos saberlo todo ya que anulamos cualquier sentido de curiosidad o aprendizaje; cuando sumergidos en terquedad y ego herido el aceptar una laguna se vuelve un martirio.
Paradójicamente, la sabiduría florece cuando en nuestra ignorancia damos espacio al crecimiento, a la expansión, a la creatividad, al diálogo y al avance.
Decir “NO LO SÉ” no es una debilidad, sino una fortaleza.
Es el primer paso hacia el entendimiento continuo y la apertura mental.
Ante una pregunta sin respuesta, ante un desconocimiento y ante las dudas, seamos valientes, libres y poderosos; digamos NO LO SÉ.
B.pola
Añadir comentario
Comentarios